El ictus afecta tanto a las habilidades físicas como a las sociales, generando un enorme impacto en el bienestar de las personas. Se trata de los síntomas ocultos que afectan a las relaciones con los demás y por lo tanto a la calidad de vida.

Un ictus puede producir cambios importantes que alteran la vida. Entre estos problemas, nos encontramos: depresión, evitación social, pérdida de habilidades cognitivas, inestabilidad emocional, falta de motivación, agresión, falta de empatía, pérdida del sentido del humor, pérdida de inhibiciones sociales, entre otras.

No se han realizado demasiados estudios que midan dicho impacto ya que desde el punto de vista sanitario se hace mayor hincapié en la discapacidad física y en la prevención de otros accidentes cardiovasculares. Desde nuestra asociación, en las entrevistas con las familias hemos constatado que se trata de un problema al menos tan grave como las secuelas físicas, convirtiéndose en más problemático, si cabe, en gran parte de los casos.

En la Asociación de Ictus y otras lesiones cerebrales adquiridas realizamos talleres para estimular e intentar rehabilitar, en lo posible la autoestima, la asertividad, la comunicación, etc., de forma que se potencien los recursos personales para mejorar las relaciones con los demás y recuperar la seguridad. Estos talleres se desarrollan en diferentes áreas de Asturias y están dirigidos a personas afectadas de ictus y a sus familiares.

Es evidente que, si una persona se ve privada de su capacidad para socializar, va a sufrir efectos negativos que van a repercutir, entre otras cosas, en su propia autoestima. El no poder comunicarse adecuadamente con los demás, incluso a niveles muy básicos, puede generar que la persona se perciba a sí misma negativamente, lo cual además puede crear un círculo vicioso, al dificultar aún más las posibilidades de interacción.

Por lo tanto, la falta de habilidades sociales en personas afectadas de ictus puede derivar en cuadros que podrían encajar con depresión y/o ansiedad, lo cual es otro motivo más para darle a esta cuestión la importancia que se merece.

Yendo a situaciones más concretas que también pueden ser consecuencia de esta problemática, podríamos encontrar el ejemplo de la incapacidad para la resolución de conflictos. Los conflictos, en mayor o menor medida, son una parte rutinaria de las interacciones humanas. Por lo tanto, la falta de habilidades sociales puede suponer que una persona no sea capaz de enfrentarse a estas situaciones tan habituales.

Además, hay que tener en cuenta que no todas las consecuencias se generan en la propia persona que tiene este déficit de habilidades sociales. Esta situación también puede tener repercusiones en aquellos que le rodean, que pueden preferir evitar las interacciones con ellos al saber que tiene problemas para comportarse de una manera socialmente aceptada.

Es importante que, desde el ámbito médico, desde las asociaciones de daño cerebral y desde la sociedad, reconozcamos estos factores discapacitantes que tanto alteran la calidad de vida de afectados por daño cerebral y a sus cuidadores/as, los comprendamos y tratemos de paliar sus efectos.

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