El 90% de los casos puede prevenirse

Este fue el título de la charla que tuvo lugar el día 15 de febrero en el centro social “Ciudad Naranco” de Oviedo impartida por Sergio Calleja, coordinador de la Unidad de Ictus del HUCA. Con este acto presencial, ASICAS retoma los actos de sensibilización, información y prevención de esta enfermedad, considerada también epidémica, aunque más silenciosa que la de la COVID-19. A este encuentro seguirán otros más en la misma ciudad y en otros municipios de la Comunidad.

 Los contenidos de este encuentro fueron encaminados informar de sobre las medidas preventivas, a explicar cuáles son los signos de alerta y a cómo actuar en caso de padecerlos.

Esta patología sigue siendo la primera causa de discapacidad en las personas adultas, con un importante impacto personal, familiar, social y sanitario. Genera, además, grandes necesidades de cuidado y atención, a menudo con un alto coste emocional y económico para familias y cuidadores.

Se estima que entre un 40% y un 50% de las personas afectadas por ictus, sufren algún tipo de secuela que producirá una merma en su autonomía y calidad de vida previas. La discapacidad tras un ictus es multifactorial y engloba, entre otras, la afectación de habilidades motoras, visuales, del lenguaje, cognitivas y emocionales, todas ellas con importante repercusión en la autonomía y desempeño de las actividades de la vida diaria.

A mayor edad más probabilidades de padecer un ictus, sin embargo, se está observando un aumento de casos en personas entre 45 y 65 años e incluso más jóvenes.

Se recordaron los principales factores de riesgo: los estilos de vida no saludables, las condiciones de vida, los factores socioeconómicos y ambientales, entre los que cada día toma mayor relevancia la contaminación ambiental, la hipertensión arterial, la diabetes y el colesterol elevado.

Los síntomas más frecuentes son: pérdida brusca de fuerza en el medio cuerpo, en la cara, en el brazo o en la pierna. También se puede desviar la comisura de la boca. Puede aparecer pérdida brusca de sensibilidad, alteraciones del lenguaje (incapacidad para hablar o no entender lo que te dicen). Otro de los síntomas es la pérdida brusca de equilibro.

Si se presencian algunos de estos síntomas, hay que llamar inmediatamente al 112, desde donde se pone en marcha un protocolo llamado código ictus y que organiza todos los recursos necesarios para que la persona acuda al centro más cercano y se le atienda de la forma más adecuada posible. De esta forma se reducen las posibilidades de sufrir daños cerebrales.

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