Una de las novedades asistenciales para el ictus agudo más llamativas que hemos visto surgir en los últimos años son las llamadas Unidades Móviles de Ictus. El concepto fue propuesto por autores alemanes (Fassbender y colaboradores) en un artículo publicado en 2003, y su razonamiento era sencillo: acercar el tratamiento al paciente y no el paciente al tratamiento.

Es bien sabido que el tratamiento del ictus isquémico agudo pasa necesariamente por conseguir una recanalización lo más precoz posible de la arteria obstruida. Para ello es preciso realizar una TAC craneal, que garantice que nos encontramos ante un ictus isquémico y no ante uno hemorrágico. Es necesario, por tanto, acceder a un Hospital que disponga de dicha tecnología. La ambulancia debe llegar a donde está el paciente y trasladarlo al hospital con la máxima celeridad posible.

El planteamiento de Fassbender era distinto: ¿qué pasaría si lleváramos la TAC dentro de la ambulancia para poder diagnosticar al paciente ya a la puerta de su domicilio e iniciar el tratamiento directamente? Eso ahorraría mucho tiempo, y sabemos de sobra que”tiempo es cerebro”. De hecho, en su artículo seminal, Fassbender publicó un pequeño esquema de cómo debería ser una ambulancia habilitada a tal efecto:

La idea de Fassbender no cayó en saco roto, de modo que en el año 2010, el Hospital Universitario de Saarland, en Alemania, publicaba su experiencia con la primera Unidad Móvil de Ictus en funcionamiento en el mundo. Poco después se crearía la segunda, en Berlín, y en el año 2014 llegarían a América, con la creación de la primera Unidad Móvil en la ciudad de Houston (Texas, EUA). En los años sucesivos se han ido extendiendo por diferentes ciudades del mundo, como se aprecia en el mapa, que recoge las que estaban en funcionamiento en 2018:

En definitiva, una Unidad Móvil de Ictus dispone de los componentes básicos para la evaluación y el tratamiento de los ictus agudos, incluyendo el equipo y los medicamentos habituales de las ambulancias, un aparato de TAC, material de laboratorio, dispositivos de telemedicina conectados con el hospital y, por supuesto, tPA (el fármaco fibrinolítico). Además del personal de una UVI móvil convencional, la unidad debe contar con personal formado como técnico de Radiología.

En la práctica, tras el aviso al Servicio de Emergencias, la Unidad Móvil de Ictus accedería al domicilio del paciente. Una vez dentro de la Unidad se procedería del modo habitual (exploración, estabilización, comprobación de constantes, extracción de analítica), procediendo a continuación a realizar la TAC craneal. Una vez descartada la eventualidad de una hemorragia, el personal de la Unidad Móvil contactaría mediante un sistema de telemedicina con el Hospital, procediendo a administrar sin demora el tratamiento fibirinolítico en caso de estar indicado. A continuación, el paciente sería trasladado al Hospital para seguir con el proceso diagnóstico y terapéutico. ¿Qué se habrá ganado con este modo de proceder? Tiempo, que es cerebro.

En el año 2021, el equipo de Houston, encabezado por el Dr. Jim Grotta, publicó el primer ensayo clínico que demostraba la eficacia de las Unidades Móviles de Ictus. El estudio reveló que, de cada 100 pacientes tratados en una Unidad Móvil de Ictus en lugar de una ambulancia estándar, 27 tendrían menos discapacidad final y 11 más estarían libres de discapacidad. Y todo ello, sin incremento del riesgo hemorrágico. En el estudio de Houston, los pacientes tratados en la Unidad Móvil tenían más probabilidades de recibir tratamiento fibrinolítico (el 97% de ellos, en comparación con un 80% de los trasladados en ambulancia convencional), y más probabilidades de recibirlo en la primera hora de evolución del ictus (la “hora de oro” durante la cual la eficacia del tratamiento es máxima).

De momento no tenemos noticias de ninguna Unidad Móvil de Ictus en funcionamiento en nuestro país y las guías de práctica clínica no las recomiendan aún, debido a la escasa evidencia disponible acerca de su utilidad. De todos modos, si se confirman los buenos resultados del grupo de Houston, podrían consolidarse como una buena opción para mejorar los resultados del tratamiento fibrinolítico del ictus isquémico.

Sergio Calleja Puerta. Neurólogo.

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